Siete u ocho semanas después de la fecundación, el feto ya tiene formadas las papilas gustativas y se activan hacia el tercer trimestre de embarazo. A través del líquido amniótico, el feto comienza a captar una pequeña variedad de gustos y sabores primarios. Ya es capaz de distinguir entre dulces y amargos.
A partir de su nacimiento, el bebé muestra una marcada preferencia por la leche materna y puede diferenciar su sabor en función de los alimentos que ingiere la madre.
Desde el inicio de su vida se inclina por los sabores dulces. No obstante, a lo largo de su primer año el niño va a mostrar una capacidad sorprendente para aceptar mezclas de sabores distintos. Es el momento de iniciarle en alimentos que no son tan apetecibles, como la fruta, las verduras o los pescados –siempre con el consejo del pediatra–.
A medida que pasan los meses, la identificación de sabores va a estar mucho más desarrollada, igual que sus papilas.
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