lunes, 5 de mayo de 2014

LA SONRISA ES UNO DE LOS PRIMEROS IMPULSOS NEUROLÓGICOS DEL BEBÉ, QUE MÁS ADELANTE FUNCIONARÁ COMO TERAPIA

Los niños sonríen desde la semana once de gestación, pero es hasta los primeros meses de vida cuando es el resultado del estímulo de los adultos. Estos son sus primeros juegos.
Reír es una terapia. Todos hemos escuchado teorías científicas que avalan la risa como una manera para liberar estrés, angustia o tristeza. Existen historias de milagros, como enfermedades que se curan después de prolongadas sesiones de carcajadas, que llevan a positivos estados de ánimo.
La capacidad que tenemos para reír se origina en la parte frontal de la corteza cerebral. Allí se liberan impulsos negativos y endorfinas que pueden actuar inclusive de forma similar a la morfina; por eso se puede aliviar dolores, contrarrestar la depresión e, incluso, hacer que el sistema inmune ataque más fácilmente a virus y bacterias.  
De acuerdo con el siquiatra Sigmund Freud, la risa ayuda a liberar impulsos reprimidos, tensiones y sentimientos acumulados.

Los seres humanos empezamos a reír desde el vientre. Aunque los primeros días es solo un impulso neurológico que puede carecer de significación. La pediatra bioenergética Clara Sandoval asegura que los estudios han determinado que hasta antes del tercer mes esa sonrisa es consecuencia de estímulos externos.


Carlos Alberto Jiménez, pedagogo, investigador y experto en neuropedagogía y lúdica, explica que los juegos iniciales del bebé están relacionados con el contacto físico que tiene, primero, con su madre. El pezón es ese primer ‘juguete’, una razón más para estimular la lactancia materna. Estos juegos pueden comenzar, según el experto, “si se exageran las expresiones de su rostro, al hacer muecas y asumiendo posiciones faciales aparentemente tontas que satisfacen enormemente a los niños”.
Aunque una sonrisa disimulada o una carcajada no quieren decir que el niño será en el futuro más o menos alegre, sí vale la pena que le ayude con actividades que les permitan sonreír, debido a que son un estímulo y un intercambio de afecto con el pequeño.
Dice el experto Carlos Jiménez que “en la vida intrauterina, las primeras sonrisas del niño se producen a las once semanas de gestación. Para algunos neurólogos, estos comportamientos son de carácter reflejo-endógeno, y sólo muestran ciclos de excitación neurofisiológica, en las cuales el cerebro se ve en la necesidad de descargarse”.
Cuando el bebé nace sigue con esa sonrisa, que se manifiesta como un pequeño movimiento de los labios, generalmente mientras duerme o se encuentra en un estado de tranquilidad. Esto se produce gracias a la madurez de su sistema neuromuscular.  Cuando ya llegan a los seis meses, la sonrisa es mucho más expresiva y ya se considera una de las primeras actitudes socializadoras.

“Darwin llegó a la conclusión de que las expresiones faciales que corresponden a emociones como la alegría, el placer, el goce, el miedo, el odio, se hallan ya presentes al nacer el niño”, dice Jiménez. En conclusión, esas sonrisas que expresan los  bebés son una necesidad de ser estimulados, entretenidos y de querer aprender lo que su entorno tiene para enseñarles. Son los primeros estímulos que se garantizan con el solo contacto piel a piel entre padres e hijos. 
Fuente: www.abcdelbebe.com 

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